martes, 25 de enero de 2011

Rubens y los nuevos usos de la imagen

El interés del Museo del Prado ha sido el de reunir en una sola exposición el mayor número posible de obras de Rubens (1577–1640), brindando así a sus visitantes una oportunidad poco frecuente de contemplar una amplia reunión de sus obras, la mayor disponible en este momento, empeño digno de alabanza si tenemos presente que hablamos de un prolífico artista de cuya obra dispersa por el mundo se conservan más de mil quinientas piezas, tal y como nos da a conocer el museo, realizadas gracias a su destreza con los bocetos en color, que sus ayudantes trasladaban a las telas para que el artista las concluyera.
-Por Guillermo Rosés
Si durante la Edad Media, se había atribuido a la pintura religiosa una función didáctica con la que extender el conocimiento de las Escrituras a los iletrados y fomentar con ello el cultivo de la fe, el belga Rubens supo hacer un uso alternativo de la imagen para las relaciones internacionales, aprovechando las oportunidades que le brindó la época en la que vivió, el Barroco, y de sus circunstancias y conflictos, uniendo a su talento artístico, un específico interés comunicativo de la obra.
De espíritu inquieto, políglota, de carácter afable, coleccionista de cuadros, esculturas y libros, viajero que frecuentó las cortes europeas recibiendo encargos de ellas, fue pintor favorito de Felipe IV, y llevó en no pocas ocasiones la mitología a la escena de sus cuadros, con el interés de plasmar con ella una representación simbólica.
Sin afiliación a ninguna escuela concreta, fue fiel a su idea de que en pintura se debía uno dejar guiar por el impulso de sus propios gustos, lo que le impidió reducir su actividad a una sola temática o especialidad concretas, interesándose además de por la mitología, por los temas religiosos, por los paisajes y por dos cuestiones de gran importancia: la historia y el retrato, motivos estos que unidos a su desempeño como diplomático al servicio de nuestra Monarquía, nos ayudan a desentrañar la capacidad del maestro para intervenir en los entresijos de la diplomacia europea del momento.
Rubens, que había bebido en su juventud de las fuentes del arte italiano más sobresaliente del comienzo del XVII –Carracci y Caravaggio-, fue reconocido en Flandes como indiscutible maestro a su regreso de Italia, cuando contando con treinta y un años, comenzó a mostrar en esa parte de Europa su particular modo de trasladar al lienzo el tratamiento de la luz, los colores y el movimiento tan característico de su pintura.
Con esta ambiciosa exposición de El Prado, quienes residamos o visitemos Madrid tenemos al alcance de la mano la oportunidad de comprobar su versatilidad y desenvoltura en el trazo y uso de la luces, ocasión que por su atractivo no debemos dejar escapar.
La exposición, que exhibe las obras de forma cronológica para ayudar a advertir la evolución del artista, da muestra asimismo de los trabajos que Rubens realizó en colaboración con otros pintores de la época, como el de la imagen superior, que representa a uno de los cinco cuadros que componen la serie de los Cinco Sentidos realizada en colaboración con Jan Brueghel.

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