miércoles, 16 de febrero de 2011

La Bacanal de los Andrios -Ticiano

Por Guillermo Rosés

La obra

Autor: Ticiano Vecellio, (1485?-1576) – Pintura renacentista: La Bacanal de los Andrios. - Museo del Prado. Óleo sobre lienzo. 1,75 x 1,93. h 1523-1526. Pintado para Alfonso I  D´Este para el llamado “Camerino o studio de alabastro” de su palacio en Ferrara.

El análisis

Ticiano pinta en este cuadro una escena mitológica que representa a Ariadna que, tras haber sido abandonada por Teseo, despierta siendo rodeada por los habitantes de una isla que beben y bailan junto a ella celebrando una fiesta en honor del dios Baco.
Sobresale en este trabajo de Ticiano, la impresión de una escena cargada de personajes en aparente desorden bajo un fuerte halo de luz, sin que a resultas de todo ello la composición final se halle desequilibrada.
En un caos del que sólo parecen salvarse el anciano que dormita a la derecha, al fondo, y Ariadna, que acaba de despertar de su sueño, ese chorro de luminosidad lo produce el artista con colores intensos y personajes en movimiento dibujados con dominio del escorzo.
Y es precisamente el uso del color el que consigue dotar al cuadro de una armonía sin necesidad de que las figuras representadas se hallen dispuestas de forma equilibrada. Consigue así Ticiano continuar y dar impulso al nuevo modo de fijar las proporciones en el cuadro que su maestro Giovanni Bellini había ideado.
El aparente caos de esta obra, con personajes en completo desorden, es un ejemplo idóneo para poner de relieve el alcance de la importancia de este nuevo hallazgo que supuso la composición equilibrada basada en el uso del color: luz, aire y colores son ahora los elementos encargados de crear la unidad visual de la obra, su coherencia artística.
Todo este uso premeditado del color representó un contraste absoluto con el desdén que se sentía por los colores en la pintura de la Edad Media, donde las obras reflejaban colores irreales porque su función no era la de transmitir la realidad representada de forma fidedigna, sino más bien su significado, el mensaje que se quería transmitir.    
Ya en el renacimiento, tampoco los primeros pintores de Florencia dieron un marcado protagonismo al color, que quedó postergado por la importancia que concedían al dibujo y a la perspectiva, piezas que consideraban esenciales para construir la composición y armonía del cuadro, superando con ello el problema medieval que había representado el desconocimiento de las reglas correctas del dibujo.
Por todo ello, el cuadro que estamos contemplando tiene la virtud de ser una de las primeras obras de la Historia del Arte, que manifiesta esa nueva función que el color ha adquirido en la obra pictórica.
Llama la atención en el cuadro el movimiento de los personajes. Y desde este punto de vista, sí parece Ticiano claro deudor del avance que en el conocimiento de este particular aspecto proporcionó Miguel Ángel.   
Si comparamos este cuadro con el Nacimiento de Venus, de Botticelli (1485), hallaremos diferencias drásticas que nos ayudarán a comprender la evolución que experimentó el arte en menos de cuarenta años.
En Botticelli la armonía del cuadro se consigue situando los personajes simétricamente a ambos lados de Venus, que aparece ubicada justo en el centro de la escena.
Las figuras, aunque están en movimiento, parecen irreales, y sus proporciones son incorrectas. Todo un contraste con lo que apreciamos en La Bacanal.
Asimismo, cuando al final de la Edad Media Antonio Pollaiuolo pinta su Martirio de San Sebastián, revela en él las limitaciones de la época en la composición de los cuadros, impuestas por la carencia de conocimientos, tanto de dibujo, como de la función que en ese aspecto podría desempeñar el  uso del color.
Esto nos ayuda a comprender el progreso que en este sentido supone Ticiano como continuador de su maestro.
La importancia de esta innovación, la función del color en la composición del cuadro, no quedará baldía, puesto que la influencia de Ticiano se hará presente sobre artistas contemporáneos y venideros y, como se señala en arts4x1

el artista “revolucionará la técnica del óleo con su pincelada libre y expresiva. Vasari escribió sobre este aspecto de sus obras tardías que estaban «ejecutadas con trazos audaces, enérgicos, y en manchas de color, con el resultado de que no pueden verse de cerca, pero a distancia parecen perfectas... El método que utilizó es juicioso, hermoso y asombroso, pues hace que los cuadros parezcan vivos y pintados con gran arte, pero esconde el trabajo que se ha hecho en ellos».”
Este cuadro fue regalado a Felipe IV, parece ser, a cambio de un título nobiliario. En la actualidad se encuentra en el Museo del Prado.
Por último, no debe olvidarse que la creación de este cuadro se debe inscribir en el contexto de la aparición del mecenazgo en el Renacimiento, dejando con ello la Iglesia de disponer de esa suerte de monopolio sobre la iniciativa de la producción artística, que ahora también cabe realizarla para fines privados de aristócratas y enriquecidos burgueses, que con las pinturas que encargan desean ensalzar su prestigio y posición en la sociedad, circunstancia que comienza a permitir cierta independencia del artista respecto a su rígido vínculo con la organización gremial.

La bibliografía

Historia del Arte, J.R.Rafols, Editorial Óptima. Pág.266
Los maestros de la pintura occidental, Taschen. Págs.176-178
La Historia del Arte, E.H.Gombrich, Phaidon. Págs.331-334
http://recursos.educarex.es/escuela2.0/Humanidades/Historia/la_obra_de_arte/x-modern/ren-mece.htm