Por Guillermo Rosés (Dic 2010)
Mi visita al Classic Painting Art Gallery Museum en Second Life fue mi primer acceso a un museo virtual o, por mejor decirlo, a una pinacoteca sólo virtual, que expone imágenes sin el respaldo de una institución museística real. No he asistido aquí a la contemplación de obras pictóricas tal y como lo hacen posible los grandes museos a través de su presencia en internet, sino a través de un espacio nuevo que opr medio de los avatares pretende replicar el paseo que como visitantes daríamos por un museo de pintura.
Este museo muestra reproducciones de obras famosas de los siglos XVI al XX que distribuye en sus salas a lo largo de varias plantas del edificio virtual en el que se encuentran alojadas. El paseante, replicando lo que acaecería en el mundo real, no dispone de buscadores en su pantalla ni de información detallada de las obras que va contemplando a lo largo de su visita. Sólo con el uso del ratón, asemejando lo que podríamos hacer al acercarnos a cada cuadro si estuviéramos en un museo real, el avatar dispone de la información sobre el autor del cuadro y el título de la obra.
No existe un joystick con el que manejar fácilmente los movimientos del avatar, que se desplaza haciendo uso de las flechas del teclado, lo que en cierto modo dificulta su tránsito para los no iniciados en Second Life. Pero hemos podido hacer una visita en grupo, sin necesidad de desplazamientos, posibilitando la explicación de las obras.
A la vista de estos rasgos generales, y teniendo presente el ámbito académico que ha tenido la visita que he realizado, creo que merece la pena hacer algunas consideraciones en torno a las ventajas e inconvenientes que un museo sólo virtual como el Classic Painting Art Gallery Museum puede aportar hoy con relación a otro tipo de museos.
Es claro que internet y las TIC han alterado notablemente la realidad de los museos como fuente de cultura y de información. Se ha ampliado enormemente el número de usuarios potenciales de la información de que disponen, facilitándose a los especialistas y estudiosos el acceso inmediato y gratuito a un banco de datos y de imágenes con el que nutrir su conocimiento. Por otro lado, la solera de los grandes museos, como El Prado, parece dejarse notar en la mano del historiador, que junto a la imagen de cada obra acompaña una profusa descripción de la misma. En paralelo, la propia supervivencia real del museo, sigue facilitando el conocimiento directo de la obra, experiencia única para los sentidos que aporta además la dimensión auténtica de la obra creada por el artista y algo de lo que éste no pudo nunca prescindir: de la luz.
Por su parte, el museo sólo virtual es una realidad nueva, deslumbrante, que ya aporta una serie de ventajas manifiestas sobre la versión on-line de los museos de Arte reales. Posibilita en primer lugar una visita académica conjunta, sin desplazamientos, como la que hemos hecho. El arte puede ser expuesto sin requerir antes la construcción de costosas obras donde alojar las piezas ni el empleo de mucho personal, abaratándose con ello de manera drástica el presupuesto de ‘la cultura del arte’. La capacidad de los servidores hace ya inimaginable el almacenamiento de obras que no puedan ser expuestas al público, facilitándose la exposición de un número casi ilimitado de reproducciones. El perfeccionamiento técnico ha hecho posible una envidiable capacidad de aumento de las imágenes, permitiéndose con ello el estudio de detalle de las obras que pueden ser contempladas desde diversos ángulos y perspectivas. No obstante, precisamente la juventud de esta nueva aportación a la cultura, ha omitido aún aspectos muy relevantes, como la contribución de los historiadores con las que engrandecer la visión de la obra, o el establecimiento de buscadores de obras o autores o estilos. Estos son los dos complementos que echo en falta. Tiempo habrá, no obstante, para dotar a estos nuevos museos virtuales de esta mejoras. De momento, debemos darles la bienvenida.
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