martes, 21 de diciembre de 2010

Madrid te asoma al siglo XIX de la mano del Museo del Romanticismo y del Museo del Ferrocarril.

Por Guillermo Rosés –Dic 2010
Madrid ofrece a todos sus visitantes y residentes la oportunidad de transitar durante unas horas como un ciudadano del XIX. Para ello basta emplear un euro en la mañana de un sábado, visitando primero el Museo del Ferrocarril y más tarde, a partir de las 14 h, el Museo del Romanticismo. Seguro que el coste de esta pequeño viaje merece la pena.


La Estación de Delicias, inaugurada en 1880 por el rey don Alfonso XII, se encuentra ubicada en el Paseo de Delicias 61, y se halla convertida hoy en el Museo del Ferrocarril de Madrid. Será nuestro primer destino. Cerrada al tráfico ferroviario en 1971, fue en su día el inicio de la línea que comunicaba Madrid con Ciudad Real y Badajoz.

El ferrocarril, si bien arribó tardíamente a nuestro país (1848 Barcelona-Mataró) y se desarrolló a un ritmo mucho menor que en el de otros países europeos, fue también en nuestro caso la gran novedad del transporte en el siglo XIX, cuya expansión favoreció el despegue de otros sectores de la economía, en especial la demanda de carbón y hierro forjado.
Pero es en el contexto de la Revolución Industrial de la Inglaterra de finales del XVIII donde debemos encontrar la causa del nacimiento del ferrocarril. Esa revolución que sustituyó la economía basada en el trabajo manual por otra dominada por la industria, a partir de la mecanización de las industrias textiles y el desarrollo de los procesos del hierro. Sólo entonces la mejora de las rutas de transportes y posteriormente el nacimiento del ferrocarril posibilitaron la expansión del comercio y la definitiva transformación del sistema económico.
Cuando uno entra en el Museo del Ferrocarril de Madrid, el olor a tren lo invade todo. Sus más de treinta vehículos entre locomotoras y coches de viajeros se encuentran dispersos entre las salas de tracción, de relojes, de El Viaje, la Sala Eiffel, de Infraestructuras, de Modelismo, la Sala Delicias, el enclavamiento hidráulico de algodor, el tren de la fresa, el tren de Prestigio.
Pasadas las 14:00 h, podremos ya acudir al Museo del Romanticismo, de titularidad estatal, que fue creado por iniciativa de un particular, el Marqués de la Vega-Inclán (1858-1942), inaugurando sus puertas el año 1924. Recientemente, en 2009, tuvo lugar su reapertura con motivo de los trabajos realizados desde 2001 para la profunda remodelación del hermosísimo edificio del siglo XVIII que lo aloja en el número 13 de la calle de San Mateo de Madrid.

La importancia de esta institución dentro del panorama museístico español, se justifica por su especialización en el estudio de una época: la del Romanticismo, un movimiento de vaivén contra el Neoclasicismo, que dio preferencia a los sentimientos, haciendo arrancar la rebeldía de la persona frente a cualquier patrón que le oprimiera, como la patria, la sociedad o incluso Dios, privilegiando la absoluta libertad en el arte, la moral o la política. Esa posición extrema situó al individuo en el terreno del idealismo, conduciéndole a la desesperación cuando al confrontar sus ideas con la realidad, advirtió el duro contraste entre la belleza a la que aspiraba y la terrible imperfección con la que está construida la realidad.
Desde esta perspectiva, el visitante del museo tiene la oportunidad de interesarse, a través de las tres áreas temáticas en las que está dividido, por la infancia, el cortejo, la vida familiar o las costumbres de los hombres y mujeres de la primera mitad del XIX, además de pasearse por el patio interior y sus tres jardines o visitar su auditorio, el salón de juegos o la biblioteca.
La colección del Museo del Romanticismo está formada por cuadros, muebles, dibujos, estampas, miniaturas, abanicos y litografías, que proceden en su gran mayoría de donaciones realizadas por personas e instituciones, y en menor medida por lotes incautados por el Servicio de Defensa durante la Guerra Civil.

La visita le envolverá sin duda en la atmósfera de ese movimiento filosófico, cultural y político que originado en Alemania y en el Reino Unido a finales del XVIII, llegó a España tardíamente con el Duque de Rivas (1834) y con Larra y Zorrilla; tarde, sí, como consecuencia de la reacción absolutista de Fernando VII tras la Guerra de la Independencia, que provocó el bloqueo en la entrada de las nuevas corrientes culturales hasta su muerte en 1833. Un último romanticismo español, entremezclado ya con la época del Naturalismo, surgió en la segunda mitad del siglo XIX, con Bécquer y Rosalía de Castro. Ahora es tiempo de disfrutar de todo ello.

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